Cada semana, Anthony Brayan Martínez Vente toma su máquina de cortar pelo, su silla portátil y sale a recorrer distintas calles de Antofagasta. Tiene 23 años, es colombiano y desde 2022 vive en la ciudad. Desde hace nueve meses, dedica un día a la semana a entregar algo más que un corte: entrega atención, conversación y un momento de dignidad a personas en situación de calle.
El lugar donde comenzó todo fue justo afuera de su trabajo: la Peluquería y Barbería The People. Ahí, junto a una muralla amarilla, instaló por primera vez su silla. Vio la necesidad en la calle, reconoció que tenía un talento y decidió actuar. Pronto, lo que comenzó como un gesto aislado frente a la barbería se transformó en una rutina que hoy lo lleva también a plazas como la Bicentenario, Nicolás Tirado o sectores cercanos a la Vega Central.
“Me acerco a lugares vulnerables, hablo con las personas, les pregunto, coordino el corte. El propósito no es solo el corte, sino también darles amor, hacerles la vida diferente a alguien un día a través del talento”, explica.
Un gesto sencillo, una respuesta profunda
Anthony no improvisa. Observa, escucha y luego acciona. El corte es una excusa para ofrecer cuidado. Lo que más lo ha marcado, cuenta, es el momento final: “Cuando les veo el rostro brillante después del corte, la sonrisa de la gente… es algo que disfruto mucho hacer”.
No graba todo lo que hace, pero sí ha comenzado a compartir parte del proceso en su cuenta de TikTok @anthonylmdeus949, donde documenta algunos de sus encuentros. Desde ahí también recibe mensajes, colaboraciones y solicitudes de ayuda. La plataforma, explica, se ha convertido en una forma de visibilizar su trabajo y ampliar el alcance de su iniciativa.
Una visión que espera expandirse
Anthony nació en Buenaventura, Valle del Cauca. Desde que llegó a Chile, supo que traía consigo una habilidad que podía poner al servicio de otros. Y aunque aquí aprendió nuevas técnicas y perfeccionó su estilo, su motivación principal ha sido siempre la misma: hacer el bien desde lo que ama.
“Antofagasta me ha tratado bien. Es la ciudad donde Dios me ha permitido aprender… y enseñar”, afirma.
Hoy sueña con que su trabajo inspire a otros jóvenes a hacer lo mismo. “A futuro me gustaría ser ejemplo, una inspiración. Que esto se pudiera expandir y que otros jóvenes, con sus talentos y habilidades, puedan impactar en sus alrededores”.
En una ciudad donde a veces se camina con prisa o se evita la mirada del otro, Anthony detiene el paso, se sienta, escucha, y corta. Un corte de pelo puede parecer algo pequeño. Pero en sus manos, se convierte en un acto poderoso: un recordatorio de que todos merecemos ser vistos, escuchados y tratados con dignidad.