
Cada 11 de septiembre, se cumple un nuevo aniversario del hecho más traumático de la historia reciente de Chile. El golpe militar que derrocó al Presidente Salvador Allende, dando inicio a una sangrienta dictadura en la cual, junto a las violaciones sistemáticas de los derechos humanos, se instauraron las políticas de corte neoliberal que mantienen diversas injusticias vigentes hasta la actualidad, como la constitución de Pinochet, privatización de los recursos naturales, la imposición del sistema de las AFP y la gradual eliminación de la salud, educación pública o políticas de vivienda social.
Centenares de personas fueron víctimas de interrogatorios, torturas, amenazas y ejecuciones por mantener un pensamiento político diferente al de los golpistas.
Entre todos estos hechos, uno de los más tristemente recordados fue el paso de la “Caravana de la Muerte” por la región, uno de los crímenes más siniestros y cobardes que se hayan registrado en la historia de Chile.
Apenas perpetrado el golpe de estado y asegurada la muerte del Presidente Salvador Allende, el dictador Augusto Pinochet designó al general Sergio Arellano Stark para realizar una macabra misión: aleccionar a los militares de provincia sobre como debían tratar a los ex dirigentes de la Unidad Popular.
El grupo de militares partió desde el aeródromo Tobalaba el 30 de septiembre de 1973, a bordo de un helicóptero Puma del ejército, cuyo recorrido inicial fueron ciudades del sur de Chile: Rancagua, Curicó, Talca, Linares, Concepción, Temuco, Valdivia, Puerto Montt y Cauquenes. A su paso dejó 26 personas muertas. El regreso de la caravana a Santiago fue el 6 de octubre.
En el norte de Chile la misión partió el 16 de octubre de 1973, recorriendo las ciudades de La Serena, Copiapó, Antofagasta, Calama, Iquique, Pisagua y Arica. El saldo de muertos fue de 71 personas. El regreso definitivo a Santiago tuvo lugar el 22 de octubre de ese año.
Los asesinos actuaron desprovistos de toda humanidad, ciegos por la ideología de ultraderecha anticomunista. En varias ocasiones hirieron a los detenidos con corvos antes de fusilarlos. Posteriormente las víctimas eran enterradas en tumbas sin inscripción.
Años más tarde, cuando se preguntó al ex general Joaquín Lagos Osorio -Comandante de la Primera División del Ejército y Jefe de Zona en Estado de Sitio en Antofagasta- por qué no se habían entregado los cuerpos de los ejecutados a sus familias, Lagos explicó que le avergonzaba se descubriera la barbarie con que oficiales asesinaron a los 14 prisioneros de Antofagasta.
Los restos de algunas de las personas asesinadas fueron encontrados en 1990, en una fosa ilegal al norte del kilómetro 16 y medio de la ruta que une Calama con San Pedro de Atacama, sector donde actualmente se levanta un memorial.