Minina era el nombre de la gata de Denis Antiquera, con quien vivió más de 10 años. Sin embargo, el primer domingo de febrero la encontraron arrastrándose hacia la puerta del patio de la casa, inmovilizada de las patas traseras.

Su dueña la recuerda siempre paseando por los techos, con los demás felinos del barrio. Pero ese día, fue su papá humano quien la encontró. Ese mismo domingo Denis buscó un veterinario porque pensó que Minina había sido atropellada.
La veterinaria le realizó pruebas de sensibilidad, todas fallidas. Luego le inyectó corticoide y tramadol para ver si los días posteriores recuperaba su movilidad. Pero, fue después de la radiografía que supieron el verdadero motivo. Un postón o balín incrustado en su columna y médula ósea fue la causa.


Consultaron con 3 veterinarios más pero las respuestas fueron las mismas. En caso de retirar el balín quedaría inválida inminentemente. También consideraron fabricarle un soporte con ruedas pero finalmente resultaría perjudicial para los nervios de sus patas delanteras.
Finalmente decidieron el camino de la eutanasia. “Lo decidimos para que descansara en paz, no era una calidad de vida para ella (…) nosotros estamos muy frustrados porque un animalito es una vida (…) son igual que nosotros, y la violencia ni las armas son la manera para nadie, crear conciencia es lo que queremos”, sentenció.
Posteriormente hablaron con sus vecinos, y uno de ellos dijo que desde un edificio cercano a la propiedad, molestaban a sus perros en la noche con un láser. Lo cual abrió sospechas sobre ese domicilio, pero no tienen certeza de lo ocurrido, y temen el peligro.
