Ubicada en el corazón de Antofagasta, la Basílica del Corazón de María no solo es un ícono arquitectónico, sino también un símbolo de la identidad colectiva de la comuna. Su historia se entrelaza con los momentos más duros y emotivos de la ciudad, siendo testigo de incendios, terremotos y reconstrucciones impulsadas por la propia comunidad.
Fue en 1903 cuando los primeros Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María llegaron a la ciudad. Cuatro años más tarde, en 1907, se levantó el primer templo, construido completamente de madera. Sin embargo, en 1912, un incendio lo destruyó por completo. Lejos de rendirse, la comunidad reconstruyó la basílica con cemento y un marcado estilo gótico que aún impresiona.
El templo fue consagrado en 1928, destacando por sus 55 metros de largo y sus torres gemelas de 35 metros. Pero uno de los momentos más impactantes se vivió el 30 de julio de 1995, cuando un terremoto de magnitud 8.0 hizo que la imagen de la Virgen María que coronaba la cúpula principal quedara inclinada hacia un costado, imagen que dio la vuelta al país y que muchos interpretaron como un gesto protector sobre la ciudad.


A pesar del daño, la estructura fue restaurada con esfuerzo comunitario. La antigua imagen fue reemplazada por una escultura de cobre y, en 1999, el papa Juan Pablo II le otorgó el título de basílica menor. Hoy, la iglesia se mantiene imponente, resguardando entre sus muros el testimonio de fe, tragedia y esperanza de los antofagastinos.
Además de su belleza arquitectónica, la Basílica ha sido refugio en momentos de crisis, como durante el aluvión de 1995, y en 2011 fue restaurada nuevamente tras el impacto de un camión en uno de sus muros. Actualmente, la parroquia luce impecable y continúa siendo punto de encuentro para cientos de fieles y visitantes que la reconocen como una joya de la ciudad.
Gracias al registro compartido por la cuenta de TikTok @fotosdelpasadoyhoy, los antofagastinos han podido revivir esa historia en imágenes que contrastan el ayer y el hoy de la Basílica.
Un verdadero viaje al pasado que remueve la memoria y el orgullo por esta ciudad resiliente. Porque recordar también es amar a Antofagasta, y en cada ladrillo de esta iglesia vive el testimonio de una comunidad que nunca ha dejado de reconstruirse, con fe, memoria y corazón.



